Se despertó en medio de la noche. Le parecía escuchar constantemente aullidos de lobo. La experiencia del día anterior la había traumatizado. Pero extrañamente, cuando cerraba los ojos y la oscuridad la envolvía, lo único que regresaba a su mente era la imagen de la intensa mirada de su salvador. Era como si sus ojos se adueñarán de su alma. Tembló y se abrigó con la manta que la cubría. Intentó seguir durmiendo. Estaba muy cansada.
Se apartó rápidamente de la ventana de la choza. La chica se había despertado mientras la observaba dormir. No sabía porqué había venido hasta aquí, a verla. Pero sentía que debía hacerlo. Por algún extraño motivo le importaba su seguridad, necesitaba asegurarse de que estaba bien después de lo sucedido. Tenía algunas magulladuras cuando la encontró rodeada por los lobos, pero nada serio. Aquellas manadas le estaban causando problemas últimamente. Atacaban sin control a la gente de los poblados vecinos y eso era malo para él. Lo que menos quería era llamar la atención sobre su presencia allí. No quería partidas de caza acercándose a su refugio. No hacía muchos años que vivía ahí. Había encontrado el viejo torreón abandonado y casi en ruinas. Pero arreglándolo un poco le había proporcionado la protección que necesitaba. Él era un ser de la noche. Un vampiro que se alimentaba de la sangre de los vivos. Pero su manera de actuar no era igual que la de otros de su especie. Él no mataba a sus víctimas. Robaba la sangre necesaria para sobrevivir y después los abandonaba borrándoles la memoria sobre su encuentro con él. Pero los lobos complicaban su existencia. No quería que aquella gente lo culpase de los ataques. Debía pasar inadvertido. Se ocuparía de ellos.
Se alejó del poblado y se adentró en el bosque. El olor de los lobos era muy claro para él. Sus poderes vampíricos le permitían correr a gran velocidad entre los árboles sin apenas ninguna luz. Siguió el rastro de los lobos. Debieron olerlo a él también, pues se alejaban. Ya escuchaba sus pasos, sus aullidos, podía saborear el dulzor de su sangre en la garganta. No se alimentaba normalmente de animales, pero lo hacía si no había nada más a mano. Vió a los más rezagados correr delante de él. Sonrió ante la emoción de la caza. Se lanzó sobre ellos, pero cuando ya iba a alcanzar a uno, sintió otra cosa. Otro ser frente a él. Otro vampiro. Los lobos detuvieron su carrera acurrucándose junto al vampiro. Se preparó para un enfrentamiento. El ser que se hayaba ante él era alto y delgado, más que él. Desprendía una energía que le hacía ver la edad que tenía. Quizás unas décadas más. Era difícil acertar con exactitud, pero notaba que sería una lucha bastante igualada. Tensó su cuerpo preparándose para un ataque por parte de sus enemigos. El vampiro le observó. Hizo callar a los lobos con un solo gesto de su mano. Le obedecían reconociéndole como a su amo. Permaneció un instante más en silencio, midiendo a su enemigo, como había hecho él mismo. Después se acercó. Despacio, para no darle sensación de amenaza.
- Es difícil encontrar a otro vampiro ultimamente. - Su voz era plana, sin mostrar ninguna emoción. Se detuvo a poco más de un metro de él. Le tendió la mano. - Mi nombre es Farkas, señor de los lobos. - Dudó un instante antes de aceptar su mano.
- Razvan. - No le gustaba dar su nombre a alguien que acababa de conocer. Pero no quería empezar una pelea sólo por eso. El vampiro, Farkas, era poderoso y se hayaba rodeado de sus lobos. Empezar una batalla no hubiera sido muy inteligente.
El señor de los lobos sonrió. - Llevo poco tiempo aquí. Mis lobos y yo nos asentaremos un tiempo y luego partiremos. ¿Supongo que no te importará?. - No sabía qué contestar. Claro que le resultaba molesta su presencia ahí. Pero no quería buscarse un enemigo.
- No. Pero yo intento que mi presencia pase inadvertida para los humanos de este lugar. Por mi propia seguridad. Agradecería que mientras dure vuestra estancia por aquí intentéis no llamar demasiado la atención. - Farkas pareció sorprendido, pero no molesto.
- Es una manera extraña de convivir con nuestra naturaleza. Somos depredadores. No entiendo por que deberíamos ocultarnos. - Razvan se tensó al escucharle. - Pero no hay problema. Estamos de paso por aquí. Controlaré a mis lobos. No volverán a ser un problema para ti. -
Recordó entonces que había atacado a los lobos para salvar a la chica del pueblo. -Siento haberles atacado antes, pero protegía mi seguridad aquí. - Farkas inclinó la cabeza mostrandose de acuerdo o disculpándolo, no tuvo muy claro el gesto. - No debes disculparte. Has dejado claro que deseas discreción. - Después se volvió hacia sus lobos y estos empezaron a adentrarse en la espesura del bosque. - Nos veremos. - Le dijo antes de desaparecer él también. Razvan permaneció donde estaba un instante más, mirando hacia el lugar por el que habían desaparecido. Su vida se complicaba por momentos.