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martes, 5 de julio de 2016

La promesa del mar

Un ruido lo despertó.  El balanceo del barco le ayudaba a dormir.  Siempre había sido así, desde que era un niño, cuando el capitán de la nave era su padre y le llevaba con él durante sus largas aventuras por alta mar.  Habían pasado muchos años desde aquello.  Su padre desapareció una noche y ahora él, con veintisiete años, era el capitán, aunque muchos siguieran llamándolo el hijo del capitán.  No le molestaba.
Puesta De Sol, Bote Mar, BarcoDecidió salir de su camarote y dar un vistazo por la cubierta a ver si descubría el origen del ruido que lo había despertado.  Subió las escaleras y abrió la puerta que lo conducía a la fría noche.  Pasó junto al joven marinero de guardia en cubierta, totalmente dormido, ni siquiera le oyó pasar a su lado.  Le molestó un poco, pero entendía que la vida en el mar era dura, los hombres estaban agotados.  Observó la cubierta frente a él.  Una espesa niebla lo cubría todo, ni siquiera distinguía el mástil mayor.  La bruma parecía avanzar hacia él.  Envolvió su cuerpo rápidamente.  Miró sus manos viendo como prácticamente desaparecían antes sus ojos.  En la vida había visto una niebla tan espesa.  Volvió a escuchar el ruido y esta vez, el marinero a su lado, se despertó.  Era como el crujir de la madera al chocar.  Avanzó hacia el lugar del que procedía el sonido.  El otro hombre lo siguió disculpándose por haberse dormido. Instintivamente, sacó el cuchillo que llevaba siempre en la cintura.  Pidió al marinero que le alumbrara con una lámpara de aceite y extendió  el otro brazo para evitar tropezar con algo.  La débil luz les facilitó el avance.  El crujir de la madera siguió guiándolos.  Llegaron hasta estribor y allí se asomaron al borde, ya que el sonido parecía venir del mar.  Entonces lo vieron, la madera de otro barco chocaba contra ellos con cada balanceo del mar.  Levantaron la mirada y allí estaba, una inmensa nave se alzaba frente a ellos.  El marinero dio la voz de alarma y pronto sus compañeros estaban todos en cubierta armados ante un posible abordaje.  El capitán ordenó engancharse al otro barco y anclarse para abordarlo.  Pero no hubo tiempo de más.  De la espesa niebla surgieron unos seres incorpóreos que parecían volar hacia ellos.  Sus ropajes estaban raídos, pero parecían marineros como ellos.  Retrocedieron atemorizados ante aquella visión.  Los espectros se lanzaban sobre ellos.  Los marineros caían al suelo entre gritos de terror.   El joven capitán, paralizado, veía pasar espíritus a su alrededor y atacar a sus hombres.  Todo parecía ocurrir a cámara lenta.  Sus chicos se desvanecían  como si aquellos seres les robasen la energía.  Sus gritos de auxilio llegaban a él haciéndolo sentir incapaz de ayudarlos.  Pero por alguna razón, los fantasmas pasaban de largo de él.  Les gritó, se interpuso en su camino, pero pasaban através de él sin inmutarse.  Algunos de sus marineros parecían reconocer a los espectros, como si ya los hubieran visto alguna vez o conocieran la historia de sus ataques. 
Desesperado, veía cómo cada vez eran menos los marineros que quedaban en pie.  La frustración hizó asomar lágrimas a sus ojos.  Gritó cayendo de rodillas, impotente ante aquellos espectros del mar.  Y entonces, entre todo aquel horror, lo recordó.  El día en que su padre desapareció en la noche.  Despertó una mañana y encontró a todos los hombres de su padre dormidos en cubierta armados como si hubieran estado luchando, pensó que estaban muertos.  Asustado, buscó a su padre entre ellos pero no estaba.  Los marineros le dijeron que los espectros del mar se lo habían llevado.  Había  dado su vida a cambio de la de sus hombres y su hijo.  Los espectros se llevaban a los capitanes de los navíos.  Formaban un ejército con ellos que navegaba en su barco fantasma reclutando almas. 
Una idea cruzó su mente al recordar aquel fatídico día.  Llamó a su padre una y otra vez, su espíritu debía navegar con aquellos fantasmas.  Uno de aquellos seres avanzó abriéndose paso entre ellos y se acercó a él.  Lo reconoció nada más verlo.  Su padre sonrió ante él.  Quiso acercarse pero se lo impidió con un gesto.  No debía tocarlo, los espectros consumían el alma de los vivos pasando a traves de ellos varias veces.  Su padre se volvió hacia sus compañeros fantasmas.  Escuchó su voz, era más grave, pero era la voz de su padre. "- Este es mi barco, yo soy el capitán.  En el pasado ya partí  con vosotros a cambio de la vida de mi hijo y mi tripulación.  Rompéis vuestra  promesa al atacarlos ahora.  Estáis obligados a dejarlos ir o el mar redoblará su castigo. -" Un silencio sepulcral reinó entonces en el barco.  El frío de la noche parecía haber aparecido de repente haciéndoles temblar. Algunos marineros, reconociendo en aquel espectro a su antíguo capitán, lloraban esperanzados.  Para el joven capitán, pasaron horas hasta que los espectros decidieron lo que iban a hacer.  Y de repente, uno a uno, fueron retirándose y volviendo a su nave.  La niebla que los había precedido se retiró con ellos.  No podían creer lo que veían, ¡se habían salvado! El joven intentó acercarse de nuevo a su padre, pero volvió a impedírselo con un gesto. "- Adios hijo mío. -" Le dijo  y se alejó desapareciendo en la oscuridad de la noche.   El barco fantasma parecía desvanecerse, dejándolo con la única visión del mar frente a él.  Allí quedó él.  Rodeado de marineros dormidos y derrotados en cubierta.  Sonrió aliviado por haber sobrevivido a todo aquello  y sin poder creer lo que acababa de suceder antes sus ojos.  Se dejó caer sentado al suelo  y esperó al amanecer, velando el sueño de sus hombres y feliz por haber podido por fin despedirse de  su padre.

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