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sábado, 9 de julio de 2016

Lobo solitario.

No tenía hogar.  Vivía de lo que iba cazando, pasaba largas temporadas en un bosque y luego se trasladaba a otro lugar.  Tenía veinticuatro años, todo un hombre en aquella época.  Pero él no era solo eso, era un hombre lobo.  
Quedó huérfano al ser atacado su poblado por una raza de licántropos.  Él resultó herido y con la siguiente luna llena se transformó.  Por fortuna ya era un adulto cuando aquella noche fatídica lo dejó sólo y a merced de los elementos.  Huyó de su hogar por miedo al regreso de aquellos hombres bestia y dependió durante un tiempo de la caridad de los poblados vecinos, hasta su primera transformación.  Cuando comprendió que él era el culpable de la masacre en medio de la cual se había despertado, se alejó de la gente para siempre.  
Poco a poco, fue aprendiendo a reconocer a seres como él.  Su olor era inconfundible.  Pero nunca se unió a ellos.  Eran los culpables de la matanza de sus padres y de toda su desgracia.  Normalmente los encontraba en manadas y huía de ellos lo antes posible.  Ninguno había mostrado interés por él.  Sabía que su robusto cuerpo, fruto de la vida en el campo, le permitiría defenderse de uno o dos de ellos, pero no tenía nada que hacer contra una manada.  Así  que prefería alejarse.
Recorría los espesos y solitarios bosques buscando un lugar en el que asentarse definitivamente, pero la presencia de alguien siempre lo hacía mudarse de nuevo.  Pasó hambre hasta que aprendió a cazar.  Pero su lobo lo alimentaba sin falta una vez al mes.  Poco a poco consiguió cazar cada día y mantenerse fuerte.  Cada vez se sentía más salvaje, más cómodo con su condición de bestia y más afín a ella. Transformarse ya no era un problema para él, podía decirse que lo anelaba. La soledad y la crudeza de la vida al aire libre lo habían endurecido poco a poco.
Ahora estaba asentado al borde de un río.  Había preparado un refugio en unas cuevas cercanas que le proporcionaban cobijo.  Se preparaba para otra noche de luna llena, su lobo golpeaba dentro de su cuerpo queriendo salir.  Gruñó.  Un sonido a medio camino entre humano y animal.  Aun faltaban unas horas para que saliera  la luna, pero ya podía sentir la energía en su interior. 
Escuchó un aullido.  Maldijo por dentro.  No tenía tiempo para trasladarse de nuevo antes  que anocheciera.  Esperaba que sólo fuesen lobos, nada de licántropos.  Una vez el lobo lo dominara, no sería capaz de razonar para alejarse de ellos.  Decidió volver a su cueva y esperar allí al anochecer.  Cuanto menos se moviera, menos olor iría dejando por aquella zona.
De repente oyó un ruido fuera de la cueva, alguien se acercaba.  Y unos gritos de auxilio, gritos de mujer.  Salió sin pensarlo demasiado,  no sabía lo que iba a encontrar.  Vio a una chica joven, de una edad similar a la suya, morena, delgada y de cabello largo.  Le pareció bella, a pesar que iba sucia y con las ropas rasgadas y viejas.  Al verlo se acercó corriendo a él.  - ¡Ayúdame!, ¡me persiguen! - Apenas se dio cuenta de lo que hacía.  Instintivamente cogió su mano  y corrió con ella siguiéndole.  La chica tropezaba constantemente.  Olió  a lobo, supo que eran ellos  quienes la seguían.  Estaba aterrado, no podía enfrentarse a toda una manada, pero tampoco podía abandonarla a su suerte.  Había un lugar, un escondite que guardaba por si alguna vez le hacía falta.  Siguió corriendo junto al río.  Bajó con ella hasta llegar a unas cataratas.  - Salta conmigo. - La chica pareció confundida y después asustada al entender lo que quería.  Tiró un poco de su agarre intentando resistirse, pero él sabía que era la única opción para despistar a sus perseguidores.  La acercó a su pecho cogiéndola con ambos brazos para impedir que huyera y saltó al vacío.  El ruido de la cascada era ensordecedor y sus aguas los engulleron impidiéndoles distinguir nada.   Al caer permanecieron aturdidos un instante luchando por salir a la superficie y respirar.  Finalmente consiguieron mantenerse a flote y se alejaron de la catarata para salir a tierra.  Ella parecía furiosa ahora.  Intentó alejarse otra vez de él. - Vamos, - le dijo.- confía en mi, te esconderé. - Ella luchó un momento más  pero finalmente accedió a seguirle.  Volvieron a acercarse a la catarata y al hacerlo, una abertura quedó al descubierto tras unos matorrales.  - Aquí no podrán encontrarnos, el  agua confundirá su olfato. - Ella pareció convencida entonces.  Se sentó en unas rocas tras la cascada.  Él hizo lo mismo.
Pero cuando ya creía que estaban a salvo, recordó algo.  Esa misma noche había luna llena.  En unos instantes su luz iluminaría la noche transformándolo y haciendo que matara a la pobre chica a la que intentaba proteger.  Se puso en pie de un salto. -¡Debo irme! - Ella se interpuso en su camino.  - No me dejes aquí sola, vendrán a por mí. -  Sintió lástima al ver las lágrimas asomar a sus ojos, pero no podía quedarse ahí.  - No puedo quedarme contigo, te haría daño. -  Ella pareció confundida.  Y de repente sonrió.  - Oh, no te has dado cuenta. - Ahora el confundido era él. - ¿No has visto lo que soy?- Seguía sin comprender. - Solo necesito permanecer escondida hasta que salga la luna, después se olvidarán de mí y dejarán de buscarme. - Se acercó a la entrada y miró apartando los matorrales.  - Ya es la hora. - El cielo  había oscurecido y la  luna empezaba a asomar, su luz iluminaba la noche y hacía estallar su corazón.  Intentó pasar por el lado de la chica para alejarse de ella.  Pero entonces algo lo hizo quedarse petrificado donde estaba.  Ella estaba cambiando.  ¡Era una mujer lobo!  No entendía cómo no se había dado cuenta.  Confundió su olor con el de sus perseguidores.  Pero ya no pudo pensar en nada más.  Su corazón palpitó como si intentara salir de su pecho.  Un dolor agudo cruzó su cabeza haciéndole caer de rodillas.  Sus músculos se hinchaban y sus garras salían ocupando el lugar de sus uñas humanas.  Un negro pelaje escondía su piel poco a poco.  Las articulaciones giraban hacia sitios que no deberían.  Gritó como hacía cada noche cuando se transformaba sintiendo que su cuerpo cambiaba y su grito se convertía en un aullido.  Lo último que vio fue a una loba gris frente a él. 
Despertó al amanecer.  No sabía donde estaba ni lo que había sucedido.  Y, lo mas extraño, tenía a alguien durmiendo junto a él.  La chica loba dormía apoyando la cabeza en su pecho.  En cuanto se movió, ella se despertó.  Al ver dónde estaba se apartó rápidamente encogiéndose en un ovillo, ambos estaban desnudos debido a la transformación.  Él, al ver lo que pasaba, buscó unas ramas para permitirle que pudiera taparse y se sentó tapándose un poco también.
- Gracias por salvarme. - La chica se dirigió a él cuando se calmó un poco.  - La manada que me convirtió me perseguía.  Eran asesinos, no quería seguir con ellos pero no me dejaban ir. -
Wolf, Lobo Par, Luna, Nube, Cielo- No me di cuenta de lo que eras.-  le confesó. Ella le explicó toda su historia y él la escuchó.  Después, decidieron alejarse más de ahí, por si volvían a buscarla.  No podían perder mucho tiempo. Se acercaron a un poblado a robar algo de ropa de los tendederos y partieron.  Ambos querían una vida tranquila, lejos de la violencia de lo que ser un licántropo significaba.  El joven lobo se dio cuenta que  había encontrado una compañera.  Ella buscaba lo mismo que él.  Eran almas gemelas que se habían encontrado en una noche de luna llena.  Desaparecieron juntos en la espesura del bosque sin un objetivo, salvo ser libres.

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