Salió a la fría noche. El sudor se pegaba a su piel por el calor del concierto. La gente la empujaba al salir y tuvo que apartarse de la entrada de la sala. Miró a su alrededor, todo camisetas negras de grupos, pelos largos y tejanos oscuros, imposible encontrar a sus amigos entre tanta gente igual. Sonrió. Le encantaba aquel ambiente, se sentía en casa entre ellos.
Era una joven de veintisiete años, morena de pelo largo y liso hasta casi rozarle la cintura. Con ojos verdes y piel bronceada. De complexión atlética, era atractiva y llamaba fácilmente la atención.
Había estado en la primera fila de un concierto de black metal. Apretada entre la gente, luchando por mantener su posición frente al guitarrista del grupo. Había saltado y gritado hasta quedarse afónica, pero había disfrutado como la que más. Al terminar el concierto, consiguió hacerse con una púa que el guitarrista había logrado poner en su mano entre la multitud que intentaba subir por encima de ella para tocar al músico. La guardaría junto a las otras que había ido consiguiendo concierto tras concierto.
En su intento por llegar delante de todo había vuelto a perder a sus compañeros, pero le pasaba a menudo. Siempre se reunían en un bar después de los conciertos, se encaminaría allí para encontrarlos. El frío de la noche empezaba a calar en ella. El sudor seguía en su piel y estaba helado ahora. Caminó rápidamente abrazando su cuerpo con los brazos, la fina camiseta de algodón no servía de mucho en pleno otoño, pero en un concierto era una locura llevar nada más. Atajó por callejones desiertos para llegar cuanto antes. No era buena idea que fuera sola por ahí, pero tampoco quería ir por las calles atestadas de borrachos que seguro le dirían algo haciéndola sentir incómoda.
Escuchó risas tras ella. Se volvió pero no vio a nadie. Un golpe seco a sus espaldas le hizo acelerar el paso. Oía pasos que la seguían, pero no quería girarse otra vez. Aceleró un poco más. Estaba ya a un par de calles del local. Se concentró en la iluminación que marcaba el final del callejón.
Era una joven de veintisiete años, morena de pelo largo y liso hasta casi rozarle la cintura. Con ojos verdes y piel bronceada. De complexión atlética, era atractiva y llamaba fácilmente la atención.
Había estado en la primera fila de un concierto de black metal. Apretada entre la gente, luchando por mantener su posición frente al guitarrista del grupo. Había saltado y gritado hasta quedarse afónica, pero había disfrutado como la que más. Al terminar el concierto, consiguió hacerse con una púa que el guitarrista había logrado poner en su mano entre la multitud que intentaba subir por encima de ella para tocar al músico. La guardaría junto a las otras que había ido consiguiendo concierto tras concierto.
En su intento por llegar delante de todo había vuelto a perder a sus compañeros, pero le pasaba a menudo. Siempre se reunían en un bar después de los conciertos, se encaminaría allí para encontrarlos. El frío de la noche empezaba a calar en ella. El sudor seguía en su piel y estaba helado ahora. Caminó rápidamente abrazando su cuerpo con los brazos, la fina camiseta de algodón no servía de mucho en pleno otoño, pero en un concierto era una locura llevar nada más. Atajó por callejones desiertos para llegar cuanto antes. No era buena idea que fuera sola por ahí, pero tampoco quería ir por las calles atestadas de borrachos que seguro le dirían algo haciéndola sentir incómoda.
Escuchó risas tras ella. Se volvió pero no vio a nadie. Un golpe seco a sus espaldas le hizo acelerar el paso. Oía pasos que la seguían, pero no quería girarse otra vez. Aceleró un poco más. Estaba ya a un par de calles del local. Se concentró en la iluminación que marcaba el final del callejón.
Pero de pronto ahí estaban. Unas siluetas enmarcadas por la tenue luz aparecieron de la nada frente a ella. Se detuvo en seco. Dudando de lo que sus ojos acababan de mostrarle. Estaba segura que habían aparecido desde arriba. Miró encima de ellos, pero no había nada, solo el cielo oscuro de la noche. Estaba segura, habían descendido volando. El terror intentaba abrirse camino en su mente, pero el no acabar de creerse lo que veía no la dejaba entrar en pánico.
Se acercaban a ella, tres sombras masculinas, grandes, de pelo largo. Apenas podía distinguir nada más. Intentó retroceder pero sus piernas no le respondían. ¿Que me pasa?, se preguntó, notando que tenía mucho menos miedo del que debería. Casi estaban frente a ella, a menos de un metro, y ella seguía ahí, pasmada, incapaz de reaccionar. Podía verlos perfectamente ahora, distinguía su piel pálida, sus negros ojos de una profundidad infinita, su sonrisa... y aquellos dientes. Unos colmillos perfectos asomaban de sus bocas mostrándole claramente lo que eran. Y los conocía. Eran los miembros del grupo que acababa de ir a ver. Abrió la boca para decir algo pero no pudo. Estaba paralizada, pero extrañamente tranquila. Era como si una relajante paz proveniente de aquellos seres llegara hasta ella y se adueñara de su mente. No tenía miedo.
- Es mía. - Escuchó decir al guitarrista que había estado frente a ella toda la noche. Acercó una mano a su cara acariciando el perfil de su mejilla. Ella no se movió. Sintió la suavidad de su caricia que parecía relajarla aun más. - Ven conmigo, recorramos juntos esta noche eterna y yo nunca te abandonaré - Reconoció el estribillo de una canción que había estado cantando. Supo que eso era lo que ella quería. Aquello que había estado buscando siempre sin saberlo. Un alma inmortal que se uniera a ella para siempre. Que la guiara por la fría oscuridad en una noche infinita. Asintió levemente y él sonrió acogiendo su respuesta. La envolvió en sus brazos. Sintió su fuerza rodeándola antes de notar unos afilados colmillos posarse en su cuello. - No temas. - Le susurró, y ella se relajó sintiendo que confiaba totalmente en él. Un punzante dolor hizo que dejase escapar un pequeño grito. Pero pasó enseguida. Un extraño sueño se adueñó de su mente y la llevó a lugares que no conocía. Ciudades antiguas, poblados que se remontaban al principio de los tiempos, bosques que nunca habían sido pisados por un ser humano... pero siempre con él a su lado. Poco a poco el sueño fue desapareciendo y el frio callejón la rodeó de nuevo. El vampiro dejó caer unas gotas de sangre en su boca. - Bebe. - Y ella no dudó. El sabor metálico le pareció agradable. Se sintió mareada. - Descansa. - le dijo. Le parecía escuchar su voz cada vez más lejos. - Cuando despiertes, seremos uno por toda la eternidad. - Cerró los ojos y se durmió. Soñó con una vampira increiblemente parecida a ella que recorría la noche acompañada por un grupo de black metal inmortal.
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