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domingo, 4 de septiembre de 2016

Ibolya cap. 4

Había pasado una semana ya desde su encuentro con los lobos. Le había costado atreverse a salir de nuevo del poblado.  Estaba asustada, sus paseos por el bosque ahora apenas la adentraban en él.
Los aldeanos estaban alerta por la presencia de las bestias.  Nadie se alejaba demasiado, una manada de lobos hambrienta podía matarte.  Ella lo sabía mejor que nadie.  Tembló, aún sentía escalofríos al recordarlo. 
Estaba prácticamente prohibido salir una vez hubiera anochecido.  Se acercó a su cabaña, el cielo empezaba a oscurecerse. Vio un grupo de aldeanos arremolinados al lado de su casa.  Se acercó alertada.
- ¡ Están a nuestro lado y ni siquiera nos hemos dado cuenta! - Oyó gritar a uno.
- ¿Que ocurre? - preguntó abriéndose paso entre ellos. 
- Míralo tu misma.- le dijo uno señalándole el suelo a sus pies.  Huellas. Unas patas enormes de lobo recorrían los alrededores de su cabaña, ¡todas cerca de la ventana donde ella dormía!  Sintió su corazón acelerarse bruscamente.  ¡ La estaban acechando! Sintió pánico al darse cuenta.  Retrocedió asustada.  Una mujer del poblado se acercó a calmarla. 
- Tranquila cariño, esas bestias no entrarían nunca a una cabaña.  Solo andan por aquí.  No te asustes.- Ella apenas la escuchaba.  Ya no se sentía segura ni en su propia casa.
- ¡ Les daremos caza! - Su padre se encontraba entre los aldeanos.  - No podemos permitir que entren al poblado.  ¡Esto es intolerable! - La multitud exaltada comenzó a chillar apoyando a su padre.  Esa misma noche saldrían a por ellos.  

Razvan, en su torre, paseaba inquieto y furioso.  La noche anterior se había acercado al poblado y había visto pisadas de lobo.  Todo olía a ellos, y al vampiro...  Y lo que más le molestaba, parecían saber a dónde dirigirse, rodeaban la cabaña de la chica.  Le enfureció más pensar que todo eso era culpa de él.  Seguro que le habían visto rondar por ahí alguna noche.  No debía haber mostrado interés por ella.   Hacía que sus enemigos sintieran curiosidad, la verían como una presa.
Pero después de su conversación no sabía qué pensar o qué hacer.  Se habían acercado, si, pero no por eso podía iniciar una pelea, no habían dado señales de intentar atacarla de nuevo. Debía esperar y eso le molestaba.  Se sentía inútil por no poder actuar.   Farkas no era un enemigo cualquiera, era poderoso y no debía atacarle sin un motivo justificado.  Además, ¿porqué debía comprometer su seguridad por aquella chica?  No comprendía por qué le afectaba tanto que la acecharan.  Tampoco entendía porqué él, noche tras noche, seguía paseándose hasta su cabaña para verla dormir.  Nunca había sentido interés por un humano, salvo para beber su sangre, desde que él no era uno de ellos, y de eso hacía mucho.  No quería reconocer que sentía algo por ella, era la única razón para que le preocupara su seguridad.  Maldijo en voz alta, eso lo hacía débil y no le gustaba.
Salió malhumorado de su torre y se adentró en la espesura del bosque.

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