Sintió pasos acercarse. El silencio de la noche se había roto por suaves pisadas que deambulaban por encima de su cripta. Escuchó una voz. ¡Era la chica de la noche anterior! Sintió una extraña emoción al reconocerla. ¡Había vuelto como le dijo! Pensaba que se olvidaría de él tan pronto como llegara a casa, pero no había sido así. Concentró sus fuerzas en salir de su cuerpo e ir a su encuentro. La vio donde habían coincidido la noche anterior. Sonrió dejando al descubierto sus colmillos. La chica dio un involuntario paso hacia atrás. - No temas, - le dijo al ver que los amenazantes colmillos la habían asustado. - no te haría daño. - Ella dudó sólo un instante antes de acercarse a él. - Ven, te guiaré a mi cripta. - Le tendió la mano, y al hacerlo, se dio cuenta que era imposible que ella la cogiera. A veces olvidaba lo insustancial que era su cuerpo. Una sombra de tristeza apareció en su rostro. Ella sintió lástima y deseó aun más poder ayudarle.
Caminaron entre las ruinas, bajando por estrechos huecos que los continuos derrumbes habían abierto. En alguna ocasión le costó seguirle, pero consiguieron llegar a la cripta. A ella le costaba distinguir algo en aquella casi completa oscuridad. La luz de la luna apenas llegaba hasta allí. Tuvo que guiarla hasta su viejo ataúd. - ¿Estás segura de querer ayudarme? - le preguntó antes de hacerla dar un paso tan importante para él. Ella asintió con un gesto. No pudo ocultar la felicidad al ver su respuesta. - Bien. Tendrás que levantar la tapa de mi ataúd entonces. Yo no puedo hacer nada para ayudarte. - Ella se apoyó con fuerza en el lateral del pesado mármol negro y empujó con todas sus fuerzas. La tapa apenas se movió unos milímetros. Se detuvo a recobrar el aliento. No conseguiría destaparlo así. Siguió empujando con fuerza, frustrada por lo poco que lograba desplazar la losa. Él quería ayudarla, pero no podía hacer nada. Paseaba inquieto alrededor de ella sin saber qué hacer. Le daba ánimos para continuar, pero la veía casi exhausta ya.
Se dejó caer al suelo, con lágrimas en los ojos. - No puedo. No consigo abrirlo. No puedo ayudarte... - Le dolía que algo tan simple como aquello le impidiera recuperar su cuerpo. Apenas había conseguido un hueco de unos diez centímetros.
- Tranquila, - la calmó él sentándose a su lado. - Quizás sea suficiente con el hueco que has abierto. - Se le iluminaron los ojos al oírle decir esto. Él le explicó que su cuerpo yacía inerte debido a un hechizo que le habían hecho siglos atrás. Sobre su pecho descansaba un extraño amuleto de plata que le impedía recobrar fuerzas para despertar.
Ella introdujo la mano en el ataúd e intentó alcanzar algo en su pecho. Tocó telas viejas que se desmenuzaban entre sus dedos y bajo ellas, lo que parecían ser huesos. Podía imaginar las costillas del ser que estaba tocando. Sintió un escalofrío. Pero pronto se recordó por quien estaba haciendo aquello. Siguió buscando hasta que tocó algo frío que le pareció metálico. Cerró los dedos alrededor y sacó la mano del ataúd. A la débil luz que la rodeaba, le pareció distinguir una extraña cruz rodeada de símbolos desconocidos para ella. Le miró para comprobar que era eso lo que buscaba. El espíritu parecía totalmente sorprendido. - Si, eso era... - apenas podía articular palabra.
- ¿Y ahora? - Le preguntó ella para saber qué tenía que hacer a continuación.
- Necesito sangre para que mi cuerpo reaccione. - le dijo temiendo asustarla ahora que lo más difícil ya estaba hecho. Vio que tragaba saliva y permanecía pensativa. - No tienes que hacerlo si no quieres. - Le dijo.
Ella se levantó cogiendo la cruz con fuerza en su mano derecha. Acercó un lado afilado del objeto a su otra mano y apretó con fuerza haciéndose un pequeño corte. Dejó escapar un leve sonido de dolor. Vio la sangre salir de su mano y por un instante tembló. Después, introdujo de nuevo el brazo en el ataúd. Los dedos le temblaban, no sabía si bastaría con que la sangre tocara a aquel ser o debería acercarla a su boca. De repente estaba temblando toda ella, tenía miedo. Estaba despertando a un ser que quizás no fuese tan pacífico como había sido su espíritu. Se preguntó por qué alguien lo habría encerrado de aquella manera. Tal vez se trataba de un oscuro asesino que la había engañado mostrándole una falsa bondad. Sacó rápidamente el brazo, temerosa por lo que habría despertado.
De repente escuchó pasos tras ella. Se volvió y unas siluetas se acercaron desde la entrada de la cripta. Su temor aumentó aun más.
- Vaya... si tenemos aquí a una joven perdida. - La voz no le pareció nada amigable. Cuatro hombres se acercaban a ella. Eran robustos y amenazantes. Retrocedió interponiendo el ataúd entre sus atacantes y ella. - ¿A donde vas? ¿No vamos a hacerte daño? - reían mientras seguían acercándose. De repente sintió lágrimas surcando sus mejillas. Buscó a su amigo el espíritu, pero había desaparecido, estaba sola con aquellos tipos. Se aferró a la pesada losa de mármol temiendo caerse si se soltaba. Estaba temblando y las lágrimas apenas la dejaban ver con claridad. Pero entonces sintió que la tapa se movía. Apartó las manos rápidamente y ésta se desplazó completamente hasta caer con un fuerte golpe en el suelo. De la oscuridad del ataúd salió una figura huesuda y vestida con arapos, un hombre alto, de cabello largo y negro hasta los hombros.
Sus atacantes retrocedían horrorizados. Pero el vampiro que había frente a ellos no les dejó huir. Voló por la habitación a una velocidad asombrosa. Los atrapó uno a uno lanzándolos contra las paredes de la cripta y bebiendo su sangre que tanto tiempo había anhelado. Los gritos llenaban la estancia. La ferocidad del ataque era increíble, había sangre por todas partes. Los cuerpos yacían esparcidos por el suelo. La brutalidad de aquel ser hizo que la chica se acurrucara en un rincón, aterrada por lo que había liberado. El vampiro, conforme bebía sangre, iba recuperando la carne que envolvía sus huesos. Los músculos volvían a llenar sus raídas ropas. Las facciones de su cara parecían cada vez más humanas. La chica empezó a reconocer entonces al espíritu que la había guiado hasta allí. Le parecía un poco menos aterrador, pero a pesar de eso, estaba muy asustada. Cuando vio que centraba su atención en ella, se acurrucó aun más.
El vampiro, al verla tan atemorizada, soltó el cuerpo que aún sostenía entre sus brazos y se acercó lentamente, limpiando su cara de la sangre de sus víctimas. - No tengas miedo de mi. - le dijo intentando que su voz fuera lo más suave posible. - Yo no te haría daño. - Ella negaba viendo cómo se acercaba. - Iban a matarte, eran asesinos. No he hecho nada que no se merecieran. - Ella le escuchaba sin saber qué otra cosa hacer. Y, extrañamente, empezó a creerle - Tan solo te he defendido. - Ya estaba a menos de un paso de ella. Se agachó para quedar a su altura. - Vamos, ven conmigo. - Le tendió la mano sabiendo que ahora si podría cogerla si su temor la dejaba confiar en él de nuevo. - Déjame agradecerte lo que has hecho por mi. -
Ella alzó su mano sin saber muy bien por qué parecía volver a confiar en aquel ser. Notó el frío tacto de su piel. - Déjame protegerte siempre a cambio del regalo que me has dado. - Ella le miró sintiendo de nuevo que había bondad en aquel ser . - ¿Siempre? - le preguntó.
- Por toda la eternidad si tu quieres . - Le dijo. Y cogiéndola en brazos salió de su cripta y surcaron la oscura noche.
Se dejó caer al suelo, con lágrimas en los ojos. - No puedo. No consigo abrirlo. No puedo ayudarte... - Le dolía que algo tan simple como aquello le impidiera recuperar su cuerpo. Apenas había conseguido un hueco de unos diez centímetros.
- Tranquila, - la calmó él sentándose a su lado. - Quizás sea suficiente con el hueco que has abierto. - Se le iluminaron los ojos al oírle decir esto. Él le explicó que su cuerpo yacía inerte debido a un hechizo que le habían hecho siglos atrás. Sobre su pecho descansaba un extraño amuleto de plata que le impedía recobrar fuerzas para despertar.
Ella introdujo la mano en el ataúd e intentó alcanzar algo en su pecho. Tocó telas viejas que se desmenuzaban entre sus dedos y bajo ellas, lo que parecían ser huesos. Podía imaginar las costillas del ser que estaba tocando. Sintió un escalofrío. Pero pronto se recordó por quien estaba haciendo aquello. Siguió buscando hasta que tocó algo frío que le pareció metálico. Cerró los dedos alrededor y sacó la mano del ataúd. A la débil luz que la rodeaba, le pareció distinguir una extraña cruz rodeada de símbolos desconocidos para ella. Le miró para comprobar que era eso lo que buscaba. El espíritu parecía totalmente sorprendido. - Si, eso era... - apenas podía articular palabra.
- ¿Y ahora? - Le preguntó ella para saber qué tenía que hacer a continuación.
- Necesito sangre para que mi cuerpo reaccione. - le dijo temiendo asustarla ahora que lo más difícil ya estaba hecho. Vio que tragaba saliva y permanecía pensativa. - No tienes que hacerlo si no quieres. - Le dijo.
Ella se levantó cogiendo la cruz con fuerza en su mano derecha. Acercó un lado afilado del objeto a su otra mano y apretó con fuerza haciéndose un pequeño corte. Dejó escapar un leve sonido de dolor. Vio la sangre salir de su mano y por un instante tembló. Después, introdujo de nuevo el brazo en el ataúd. Los dedos le temblaban, no sabía si bastaría con que la sangre tocara a aquel ser o debería acercarla a su boca. De repente estaba temblando toda ella, tenía miedo. Estaba despertando a un ser que quizás no fuese tan pacífico como había sido su espíritu. Se preguntó por qué alguien lo habría encerrado de aquella manera. Tal vez se trataba de un oscuro asesino que la había engañado mostrándole una falsa bondad. Sacó rápidamente el brazo, temerosa por lo que habría despertado.
De repente escuchó pasos tras ella. Se volvió y unas siluetas se acercaron desde la entrada de la cripta. Su temor aumentó aun más.
- Vaya... si tenemos aquí a una joven perdida. - La voz no le pareció nada amigable. Cuatro hombres se acercaban a ella. Eran robustos y amenazantes. Retrocedió interponiendo el ataúd entre sus atacantes y ella. - ¿A donde vas? ¿No vamos a hacerte daño? - reían mientras seguían acercándose. De repente sintió lágrimas surcando sus mejillas. Buscó a su amigo el espíritu, pero había desaparecido, estaba sola con aquellos tipos. Se aferró a la pesada losa de mármol temiendo caerse si se soltaba. Estaba temblando y las lágrimas apenas la dejaban ver con claridad. Pero entonces sintió que la tapa se movía. Apartó las manos rápidamente y ésta se desplazó completamente hasta caer con un fuerte golpe en el suelo. De la oscuridad del ataúd salió una figura huesuda y vestida con arapos, un hombre alto, de cabello largo y negro hasta los hombros.
Sus atacantes retrocedían horrorizados. Pero el vampiro que había frente a ellos no les dejó huir. Voló por la habitación a una velocidad asombrosa. Los atrapó uno a uno lanzándolos contra las paredes de la cripta y bebiendo su sangre que tanto tiempo había anhelado. Los gritos llenaban la estancia. La ferocidad del ataque era increíble, había sangre por todas partes. Los cuerpos yacían esparcidos por el suelo. La brutalidad de aquel ser hizo que la chica se acurrucara en un rincón, aterrada por lo que había liberado. El vampiro, conforme bebía sangre, iba recuperando la carne que envolvía sus huesos. Los músculos volvían a llenar sus raídas ropas. Las facciones de su cara parecían cada vez más humanas. La chica empezó a reconocer entonces al espíritu que la había guiado hasta allí. Le parecía un poco menos aterrador, pero a pesar de eso, estaba muy asustada. Cuando vio que centraba su atención en ella, se acurrucó aun más.
El vampiro, al verla tan atemorizada, soltó el cuerpo que aún sostenía entre sus brazos y se acercó lentamente, limpiando su cara de la sangre de sus víctimas. - No tengas miedo de mi. - le dijo intentando que su voz fuera lo más suave posible. - Yo no te haría daño. - Ella negaba viendo cómo se acercaba. - Iban a matarte, eran asesinos. No he hecho nada que no se merecieran. - Ella le escuchaba sin saber qué otra cosa hacer. Y, extrañamente, empezó a creerle - Tan solo te he defendido. - Ya estaba a menos de un paso de ella. Se agachó para quedar a su altura. - Vamos, ven conmigo. - Le tendió la mano sabiendo que ahora si podría cogerla si su temor la dejaba confiar en él de nuevo. - Déjame agradecerte lo que has hecho por mi. -
Ella alzó su mano sin saber muy bien por qué parecía volver a confiar en aquel ser. Notó el frío tacto de su piel. - Déjame protegerte siempre a cambio del regalo que me has dado. - Ella le miró sintiendo de nuevo que había bondad en aquel ser . - ¿Siempre? - le preguntó.
- Por toda la eternidad si tu quieres . - Le dijo. Y cogiéndola en brazos salió de su cripta y surcaron la oscura noche.
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