Ibolya se acercó a la ventana de su habitación y la cerró. Temía que los lobos pudieran saltar y entrar mientras ella dormía. Se acercó a su cama, apartó las espesas pieles que la cubrían y se metió dentro, acurrucada como una niña. No podía evitar seguir teniendo miedo. Poco a poco, el calor de la estancia la relajó. Tardó en quedarse dormida. El sueño la envolvió finalmente. La trasportó a las profundidades del bosque, aquel bosque que le provocaba pesadillas noche tras noche. El corazón se encogió en su pecho al sentirse prisionera de nuevo de sus temores. De nuevo estaba en el mismo lugar en el que aparecían los lobos, podía sentir el frío de la noche herizando su fina piel. Escuchaba sus aullidos acercarse a ella otra vez. Pero ahora algo malo pasaba. Sentía que no podía moverse, le era imposible. Era como si unas manos la sujetaran impidiendo que pudiera ponerse en pie. Veía el cielo nocturno sobre ella y escuchaba a los lobos, pero su cuerpo no reaccionaba a sus órdenes. Intentó gritar, pero ninguna voz salía de su boca, era como si tampoco sus pulmones dejaran salir sonido alguno, ninguna parte de su cuerpo le obedecía. Estaba aterrada. Y entonces escuchó algo más. Una risa diabólica muy cerca de ella. Era como si se riese de ella, de su infortunio. Quería llorar, el pánico se adueñaba de ella. Su corazón latía desbocado. Intentó moverse con todas sus fuerzas, salir de aquel inmovilismo que parecía mantenerla presa. Pero no podía... Intentó despertar, salir de aquella horrible pesadilla. Sabía que estaba soñando y quería despertarse antes de que los lobos la despedazaran. Intentó de nuevo gritar, pero era en vano, su cuerpo no reaccionaba a ninguna orden que ella pudiera darle. Escuchaba ya las ramas de los arbustos quebrarse al paso de los lobos. Estaban ya casi a su lado. En un instante se lanzarían sobre ella y todo acabaría. El terror se adueñó completamente de ella hasta el punto que creyó que su corazón no aguantaría. Y entonces sintió el primer mordisco. Un dolor agudo cruzó su antebrazo y entonces la voz reapareció. Chilló con todas sus fuerzas pensando que moriría en unos instantes y todo acabaría. Abrió los ojos y comprendió que había despertado. La oscuridad de su habitación la rodeaba. Pero no era lo único que había allí. El dolor en el brazo seguía ahí y, al bajar la mirada para comprender qué pasaba, vislumbró una sombra sentada sobre su cama y aferrada a su brazo. Intentó liberarse del ser que la sujetaba mientras seguía mordiendo su antebrazo. Abrió la boca para gritar, ahora ya fuera de sus sueños, pero su captor se lo impidió con un rápido movimiento, tapandole la boca con su mano. Se revolvió intentando escapar pero era inutil, el ser que la sujetaba era increiblemente fuerte. La mantenía apretada contra él mientras bebía la sangre de la herida que le había hecho en el brazo. Ibolya siguió luchando hasta que sintió que las fuerzas la abandonaban. Se sentía débil, tan débil... Y entonces su captor se apartó de ella. La dejó caer sobre la cama y desapareció rapidamente. Ni siquiera podía moverse, estaba demasiado cansada.
Razvan entró en la habitación de la joven y la encontró caída sobre la cama. Se maldijo por haber llegado tan tarde. Estaba furioso. El vampiro Farkas la había atacado ignorando la conversación que habían tenido días atrás. Sabía que él estaba interesado en ella, seguro que por eso la había atacado. Se acercó a ella. Tenía una herida abierta en el brazo, pero por suerte aun respiraba. El vampiro no había robado tanta sangre de la joven como para causarle la muerte. Razvan mordió su propia muñeca y dejó caer unas gotas de sangre sobre la herida para que cerrara. Gracias a sus poderes de vampiro podía cicatrizar casi cualquier daño. En unos segundos vio como dejaba de sangrar. La miró. Estaba semiinconsciente. No sabía qué hacer. Si la dejaba ahí, podían volver a atacarla y matarla. Y llevarla con él tampoco era muy buena idea. Debía hacerse cargo de Farkas. Había ignorado que él era el "dueño" de aquellas tierras y le había retado abiertamente. Maldijo en voz alta. No deseaba enfrentarse a un enemigo tan poderoso, pero no tenía elección. Envolvió a la chica en una de las pieles y la cogió en brazos. Salió al exterior manteniendose alerta, no quería caer en una emboscada. Atravesó el bosque lo más rápido que su condición de vampiro le permitía y pronto consiguió llegar a su torreón. Allí se sentía más seguro. Ahora sólo tenía que pensar qué iba a hacer con la muchacha.
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