Translate

domingo, 29 de noviembre de 2020

Ibolya cap.9 Sola en la noche

Apenas llevaba un día en aquel castillo y ya se sentía desesperada por salir de ahí.
Fuera era de noche, había mirado tras los gruesos cortinajes del salón y no conseguía ver nada a su alrededor, estaba oscuro, las nubes tapaban la luz de la luna. Parecía que iba a caer una tormenta. El viento helado la hizo cerrar de nuevo y apartarse de las ventanas. 
Vio fruta sobre la larga mesa. Su barriga rugió delatando el hambre que sentía. Se acercó a sentarse y tomó una manzana. La devoró con rapidez. No se había dado cuenta hasta entonces de lo hambrienta que estaba. Pensó que al alimentarse el vampiro de ella la había dejado débil y necesitaba comer. El amigo de su anfitrión, Egil, le había traído pan, frutas, carne, vino y algunas cosas más. Se preguntó si habría algún sitio donde cocinar en aquel castillo o tendría que utilizar la chimenea. No creía que Razvan necesitara cocina... Sintió un escalofrío y se obligó a apartar aquellos pensamientos de su mente. No podía evitar sentir temor, a pesar que le había salvado la vida ya en varias ocasiones. Revelarle que era un vampiro la mantenía intranquila y no conseguía confiar totalmente en él.
Terminó de comer y se sentó en el enorme sofá. Parecía que estaba sola en aquel castillo. No se escuchaba ningún ruido y los dos chicos no habían vuelto a acercarse por allí. Por un instante sintió miedo. Y si el vampiro que la atacó sabía que estaba aquí y volvía a por ella. No había nadie para defenderla. Debía tranquilizarse. Se acurrucó en el sofá tapándose con las gruesas mantas que encontró ahí. Su mirada iba de las puertas a las ventanas, intentando localizar a cualquier intruso que se adentrara en la estancia. Pasó largo rato así, atenta a cualquier posible movimiento. Hasta que poco a poco fue relajándose. Estaba agotada y los ojos le pesaban. Debía ser cerca del amanecer cuando finalmente cayó rendida.

Razvan entró en el castillo. Había pasado horas buscando inútilmente a Farkas. Egil le había dicho que no lo hiciera, no quería que se pusiera en peligro. Comprendía que se preocupara por él, eran de algún modo hermanos, pero su preocupación no iba a impedirle actuar con libertad. 
Al entrar en el salón encontró a Ibolya dormida en el sofá. Estaba acurrucada entre las mantas. Quizás no debió haberla dejado sola tanto rato, seguramente estaba asustada. Egil se había quedado por el castillo a su cuidado, pero ella no lo sabía así que debió sentirse indefensa. 
La observó dormir. Arrugaba la frente como si tuviera una pesadilla. No le extrañaba después de lo que había pasado. Se acercó a ella y la tomó en brazos intentando no despertarla. Su peso era como el de una pluma para él. Era una chica menuda y no muy alta, y para un vampiro era prácticamente como no cargar peso. 
Fuera llovía desde hacía horas, estaba amaneciendo y él necesitaba descansar. 
Un trueno estalló con fuerza haciendo que Ibolya abriera los ojos de repente.  Al ver que alguien la llevaba en brazos se asustó y sintió como se tensaba al verlo, pero no intentó huir y eso le hizo ver que empezaba a confiar en él.  
- Lo siento, - se disculpó por haberla asustado - sólo quería llevarte a tu habitación para que descansaras.  - Ella asintió.  Se la veía cansada. Aún no se había repuesto del ataque de Farkas.  Se dejó llevar cerrando de nuevo los ojos y reposando la cabeza en su pecho.  Necesitaba descansar.  Razvan la dejó en su estancia y salió para dirigirse a la suya, a su lugar seguro para descansar durante el día.  Egil estaría ya a salvo en la oscuridad de su ataúd, era algo más joven y la luz del día le afectaba antes que a él.  Cerró la puerta de su cámara y el castillo quedó en silencio.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Ibolya cap. 8 Encerrada

Ibolya abrió la puerta de la habitación y se dispuso a bajar las escaleras.  El pasillo estaba oscuro, no había ventanas, únicamente se encontraba iluminado por velas estratégicamente situadas en repisas excavadas en los muros.  Sintió cierto temor al avanzar por ahí, pensaba que en cualquier esquina le acecharía un ser como aquellos vampiros dispuesto a atacarle.
Finalmente vio las escaleras.  Se apresuró a bajarlas sin saber muy bien a dónde debía dirigirse.  Las escaleras la llevaron hasta unas puertas dobles, las abrió y se encontró con una gran sala.  Un fuego ardía en la pared del fondo.  Siempre le habían gustado los fuegos del hogar.  Miró a su alrededor, había una mesa larga a un lado y unos sillones cerca del fuego.  Grandes pieles de animales cubrían los suelos proporcionando más calor a la estancia y gruesos ropajes cubrían las ventanas.
Su anfitrión se encontraba junto a la chimenea, se volvió hacia ella al oírla acercarse.  La observaba atentamente.  Su mirada la incomodaba.
- Veo que ya te encuentras mejor. - Ella asintió con un gesto.- ven, acércate al fuego si lo deseas. - No se había dado cuenta del frío que sentía hasta que él le ofreció acercarse.  El castillo era un lugar muy húmedo, el frío te calaba hasta los huesos si no te abrigabas bien.  Pero ella vivía en una choza en medio del bosque.  El invierno se colaba por cualquier rendija de las paredes, estaba acostumbrada a aquel duro clima.  Pero agradeció al calor que le brindaban aquellas llamas.
- Ya estamos todos aquí. - Una voz desconocida la hizo volverse bruscamente.  Un chico que no había visto hasta entonces se acercó a ellos.  Era pelirrojo, de piel pálida, atlético como Razvan aunque algo más bajo y con un gran atractivo.  Ibolya retrocedió hasta quedar apoyada en la chimenea. - Tranquila, - le dijo Razvan - es un amigo.- Ella le creyó pero no pudo relajarse por ello.  Apenas conocía al vampiro que tenía a su lado y ahora aparecía otro chico que ni siquiera sabía si era humano como ella o no.  El chico pelirrojo se acercó tendiéndole la mano. - Me llamo Egil.  - ella le tendió la suya sintiendo que temblaba sin poder evitarlo.  Egil se la cogió y la llevó a sus labios depositando un suave beso.  La miró a los ojos mientras lo hacía y ella se sintió hipnotizada por aquella mirada que parecía cautivarla.
- ¡Egil! - la voz molesta de Razvan la hizo salir de su influjo.  Egil le sonrió y soltando su mano se acercó a él. Pasó por su lado tocándole el hombro. - No te preocupes tanto. - le dijo sin abandonar su sonrisa. - Voy al pueblo, traeré algo más de comida para tu invitada. - la miró. - ¿Deseas algo más querida? - Ella negó sintiéndose extraña en aquella situación.
- Está bien, volveré enseguida. - Razvan pareció relajarse al verlo salir. Ibolya sintió que estaba más serio en su presencia.  Le daba más miedo, le recordaba al ser que vio cuando los lobos le atacaron, frío, sin sentimientos.  Seguramente el verdadero aspecto de un vampiro, un depredador.  Sabía que en sus ojos se notaba el miedo que le trasmitía su presencia, pero no podía evitarlo, estaba asustada.
- Quédate en el salón.  Come algo si te apetece o descansa en los sillones.  Mientras estés en el castillo estarás segura. - 
- Pero... - Ibolya debía preguntarle. - yo... quiero volver a mi poblado, con mi familia.-  Él se puso más serio al escucharle decir aquello. 
- No puedes volver. - Suavizó sus palabras al ver la tristeza en sus ojos. - Al menos de momento.  El ser que te atacó sabría donde encontrarte si decidiera volver.  Aquí estás a salvo. -
- Pero... ¿y mi familia?  Debo avisarles para que estén protegidos. - Razvan negó sin dejarla terminar.
- No te creerían si vas hablándoles de vampiros.  La gente no cree en esas historias si no es por que tienen un encuentro con uno, y entonces ya no tienen la oportunidad de contarlo.- Ella negaba, parecía que el temor había desaparecido y se convertía en enfado. - ¡No! - sentenció Razvan, Ibolya no parecía querer entender y él estaba perdiendo la paciencia. - Yo no puedo proteger a todo un poblado.  Solo puedo mantenerte segura a ti si estás aquí, no puedo hacer más. - 
- Entonces déjame irme. - Rogó ella - Quiero ir con mi familia, debo estar con ellos. -
- No voy a hacer eso.  El ser que te atacó te mataría.  Ahora eres su presa.- Ibolya sintió que las lágrimas asomaban a sus ojos.  Empezaba a sentirse como una prisionera allí.  Miró hacia la puerta del salón e intentó correr hacia allí, pero Razvan la atrapó en sus brazos. 
- ¡Déjame! ¡Quiero volver a mi poblado! - Gritó.  Razvan la retenía intentando no hacerle daño.  Ella golpeaba su pecho intentando soltarse, mostrando un valor que no le había demostrado hasta entonces. 
- ¡Ya basta! - le gritó sin poder evitarlo. - ¡Te quedarás aquí! - la llevó a la fuerza hasta los sillones haciendo que se sentara en ellos pero ella se levantó en cuanto se vio libre de los brazos de él.  Razvan la agarró por los hombros obligándola a permanecer sentada.  Se acercó más a ella, clavando su mirada en sus ojos, intimidándola, estaba realmente enfadado. Arriesgaba su tranquilidad por protegerla, se había buscado un peligroso enemigo al mantenerla bajo su cuidado y ella ni siquiera quería permanecer ahí. No sabía porqué se estaba complicando tanto la vida por aquella chica. - Te quedarás aquí. - le dijo con una voz dura y seca, con cierto tono parecido al que usaba con sus enemigos.  Ibolya tembló bajo su agarre.  La había asustado más de lo que pretendía.  Ahora se daba cuenta que ella miraba aterrorizada a sus colmillos que habían salido instintivamente al tenerla atrapada como a una posible presa.  Su dulce aroma a sangre caliente llegó hasta él.  Retrocedió rápidamente, debía controlarse.  Ella no se levantó, estaba asustada.
- Quédate aquí. - le dijo con un tono más suave. - Es por tu propio bien. - Salió de la estancia sin esperar su reacción.  Cerró la puerta tras él.
Ibolya sintió que temblaba, aquellos colmillos le habían recordado el ataque del vampiro en su habitación.  Sintió sus ojos inundados por las lágrimas y, sin poder evitarlo, rompió en llanto abrazada a los ropajes que cubrían el sillón en el que Razvan la había dejado.

lunes, 12 de agosto de 2019

Ibolya cap 7 El invitado

Salió de la habitación dejando la puerta cerrada con llave, no quería que la chica andase sola por el castillo.
Sintió una presencia detrás suyo y se volvió alertado.
-¡Tú! Lo que me faltaba... - frente a él había un chico de más menos su edad.  Era pelirrojo, los ojos color canela, de complexión atlética y un poco más bajo que él.  Sonreía al mirarle.
- Quien me iba a decir que te vería encerrar humanos en las habitaciones de este castillo. - Su tono de burla no pasó inadvertido para Razvan.
- Lo que yo haga no te incumbe, - contestó seco. - ¿A qué has venido Egil?-
- Siempre tan amable... Recuerda que puedo sentir cuando ocurre algo, compartimos la misma sangre inmortal. - Razvan y él habían sido creados por el mismo vampiro.  Eso hacía que pudieran sentir cuando uno de ellos estaba en peligro o era gravemente herido.
- No ocurre nada. Un vampiro errante se acercó por aquí. No tiene importancia. -
- ¿Y protejes a la humana de él? - le preguntó sin poder creerlo.
-La dejó malherida en su propia casa, todo el poblado se habría enterado de la existencia de vampiros si la hubiera dejado ahí para que la encontrasen. -  Egil sonrió sin creer aquella excusa.
- No reconozcas si no quieres que la chica te importa.  Como tú mismo has dicho, no es asunto mío.  Pero... - su cara se tornó seria de repente - la energía que sentí de ese vampiro era muy poderosa.  No sé si merece la pena que te arriesgues así por ella. -
- No sufras por mí, se dónde me meto. - le contestó en un tono cortante Razvan.
- Bueno, haz lo que quieras. - finalizó la conversación volviéndose hacia el oscuro pasillo iluminado sólo por algunas velas. - Me quedaré unos días por aquí si no te importa. - Razvan maldijo en silencio.  Pero no pensaba negarle asilo.  Tenían sus diferencias, pero habían compartido muchas experiencias juntos, buenas y malas.
- Está bien. Pero... No te acerques a ella. -
Egil  rió con fuerza. -¡Jajaja! Si, me ha quedado claro que está bajo tú protección. - Sin esperar a que dijera nada más continuó por el pasillo y se internó en una de las habitaciones.
Razvan tampoco esperó.  Había amanecido ya y necesitaba descansar.

Ibolya despertó.  Había una vela encendida en una mesa de un rincón de la habitación.  Al menos esta vez no estaba completamente a oscuras.  Se incorporó en la cama, aún se sentía un poco mareada y tenía hambre.  Tras comprobar que no había nadie con ella en la habitación, se levantó para acercarse a la ventana.  El pasador estaba oxidado y le costó abrirla.  Pero el sol no entró cuando lo hizo, había anochecido ya. Aún había algo de claridad, pero duraría poco. Miró hacia abajo y vio que no estaba en la primera planta del castillo.  Escapar por ahí le resultaría imposible.
Tenía que aclarar su mente después de todo lo que aquel chico le había contado.  Vampiros... Le sonaba increíble, pero sabía que eso era lo que le había atacado a ella, estaba segura.  Sintió un escalofrío.  Tenía miedo.  No sé sentía segura ahí, no sabía si podía confiar en su anfitrión. Después de todo también era un vampiro.  ¿Quien le aseguraba que no se alimentaría de ella también como había hecho el otro y la mataría?... Aunque no podía dejar de pensar en que le había salvado la vida ya dos veces desde que lo conocía... No importaba, ella quería salir de allí.  Volver a su poblado con sus padres, con ellos se sentía totalmente segura.
Estaba concentrada en sus pensamientos cuando la cerradura de la puerta giró y ésta se abrió.
Su corazón se alteró al ver aparecer a Razvan en el umbral.
- Estás despierta. - se acercó lentamente, no pretendía asustarla. - Aquí al lado hay un cuarto donde puedes asearte si quieres y luego bajar a comer algo. Te he traído alguna cosa. - Permaneció observándola y ella se sintió incómoda. - Bueno, baja cuando estés lista. - decidió dejarla, parecía encontrarse mejor pero estaba muy asustada aún, necesitaba tiempo para asimilarlo todo.
Cuando la puerta se cerró tras él, Ibolya suspiró aliviada, debía intentar calmarse, su corazón parecía querer salirse de su pecho.  Todo aquello era demasiado para ella.  Se sentó de nuevo y permaneció concentrada en sus pensamientos, preparándose para todo lo que se le venía encima.

lunes, 22 de abril de 2019

El visitante nocturno

Sentado en un viejo sillón de cuero desgastado ya por el paso de los años, observaba el hipnotizante baile de las llamas de la chimenea.  Aquel hogar de piedra le proporcionaba un calor reconfortante.  Hacía ya unas horas que había anochecido, la dura jornada de trabajo lo había dejado rendido, a él y a su esposa que dormitaba en el sillón a su lado. Suspiró y se acomodó descansando los pies sobre un taburete que le servía para tal fin. Era un hombre joven, apenas rozaba los cuarenta, pero la vida en el campo era dura.  Al terminar el día habían agotado todas sus energías.  Los ojos se le cerraban... Intentó espavilarse incorporándose un poco para coger la copa de vino que descansaba a su derecha.  Bebió un pequeño sorbo, le gustaba saborearlo.  Volvió a reclinarse en el sofá sabiendo que el sueño le sobrevendría en breve. 
Poco tiempo después sintió que el calor de la chimenea disminuía, debía levantarse a echar leña o se apagaría pronto y se quedarían helados.  Se agachó delante de las llamas y puso unos troncos más, con suerte ya aguantaría hasta el amanecer.  Debía despertar a su esposa y llevarla al dormitorio, era muy tarde ya. Se levantó volviéndose hacia su sillón y entonces su corazón amenazó con detenerse ante lo que vio. Un ser descansaba sentado ahí.  Un hombre de más o menos su edad, pero con ropajes antiguos, mangas de camisa anchas y chorreras.  Le miraba sonriente.  No era un hombre real, no se veía sólido, era como un fantasma.  Lo sabía aunque nunca hubiera visto uno.  Retrocedió chocando con la dura piedra de la chimenea.
-¡Fuera!-  intentó sonar amenazante.  Pero el ser ante él ni siquiera se inmutó.  Al contrario, se levantó acercándose a él. -¡Qué quieres de mí!- levantó la mano en un gesto que indicaba que se detuviera, pero el ser sólo lo hizo cuando estuvo a unos centímetros de él.  Su esposa seguía dormida, no entendía como no se había despertado.  Temía por ella. 
El fantasma lo miró fijamente a los ojos durante lo que le pareció una eternidad.   Dijo algo, sus labios se movían, pero no podía oír nada. -¿Qué?- le preguntó - No te oigo, ¿Qué quieres decirme? - El ser pareció entristecerse.  Miró hacia el fuego y después, de repente se hayaba junto a su esposa.  Con las manos le tapaba la boca y la nariz y no la dejaba respirar.  Al verlo, el hombre intentó liberarla, pero los brazos del fantasma se desvanecían como el humo.  Intentó despertar a su esposa con todas sus fuerzas, pero no abría los ojos.  La llamó gritando su nombre, pero no despertaba.  Su desesperación aumentaba a cada instante.  El terror se apoderó de él al pensar que su esposa moriría si no lograba despertarla.  Lágrimas de rabia y de dolor inundaron sus ojos.  Y de repente, la escuchó.  Abrió los ojos y su esposa estaba frente a él.  De pie delante de su sofá en el que él estaba dormido.  Todo había sido una pesadilla.
-¡Rápido!- le gritó ella -¡Debemos salir de aquí, abre las ventanas! - miró a su alrededor y vio que la estancia estaba llena de humo.  Se asfixiarían si seguían ahí por más tiempo.  Abrieron las ventanas de la estancia y salieron al exterior.  El humo los hacía toser y los ojos les picaban impidiendo que pudieran abrirlos.  Les había faltado muy poco para morir asfixiados. 
Pensó en su sueño y en el fantasma, ahora entendía que lo que pretendía era avisarle de que se ahogaban.  Le parecía increíble, era algo demasiado extraño. Pero tenía que reconocer que si no hubiera sido por su sueño y sus gritos, su mujer no habría despertado y él tampoco.
Se dejó caer al suelo con su esposa, totalmente exhaustos.  Mirando hacia el oscuro cielo y  bajo la leve luz de la luna, dio las gracias a aquel extraño ser que les había salvado de una muerte segura.

martes, 22 de agosto de 2017

Ibolya. Cap.6

Despertó.  Todo estaba oscuro a su alrededor, pero sabía que no estaba en casa.  La suavidad de los ropajes de la cama en la que descansaba le era desconocida.  Ibolya se incorporó en el lecho intentando distinguir algo.  Su cabeza giró como si estuviera dando vueltas, estaba mareada.  Permaneció quieta unos segundos intentando recomponerse, sentía náuseas.  Cuando creyó estar mejor bajó los pies al suelo para levantarse.  Su vista se había acostumbrado ya a la oscuridad y le parecía ver luz filtrarse por una ventana cerrada.  Se puso en pie para acercarse a abrirla pero su cabeza volvió a girar y sintió pitidos en los oídos.  Tuvo que apoyarse en el lecho para no caer aunque finalmente cayó de rodillas, las piernas no la sostenían.  Su mente volvió a los últimos recuerdos que tenía.  Un escalofrío recorrió su cuerpo.  Quería pensar que todo había sido un sueño.  Intentó ver su brazo, el lugar dónde recordaba que aquel ser la había mordido, pero no distinguía nada.  Se llevó la otra mano a la herida para tocarla pero no la notaba.  Era extraño.  Quizás había sido un sueño después de todo, pensó.  Pero no entendía porqué estaba tan cansada y tampoco porqué se encontraba en un lugar desconocido.  Las paredes que la rodeaban eran de piedra al igual que el suelo, su choza era de troncos.  Estaba tan cansada que no podía pensar con claridad y ésto le impedía sentir demasiado temor.  
Volvió a intentar incorporarse apoyándose en el lecho. Consiguió llegar dando traspiés hasta una de las paredes de la habitación.  Sus manos tocaron la fría piedra.  Se apoyó en el muro para recuperar el aliento, en apenas unos pasos parecía haber gastado todas sus fuerzas.  Pero necesitaba saber dónde estaba.  Siguió avanzando pegada a la pared en dirección a la única ventana que distinguía.  Consiguió llegar a ella.  Por un momento el temor volvió a asomar al pensar en lo que encontraría a su alrededor.  Pensó que tal vez el ser que la había atacado la había llevado hasta allí y estaba con ella en la estancia. Tembló. La mano dudó en su camino hacia la ventana.  Pero necesitaba distinguir algo.  Palpó la madera en busca de algún cierre.  Sonrió al encontrarlo e intentó abrirlo.  Pero una fría mano agarró su muñeca impidiéndoselo​.  Gritó e intentó retroceder librándose de su captor.
- ¡Quieta! - le gritaron.  La voz le resultó conocida, aunque no le impidió seguir intentando soltarse. - ¡Basta, no voy a hacerte daño! - Ibolya reconoció el tono imperativo de la persona que la había salvado de los lobos hacía días. Dejó de luchar unos instantes.  Pero luego recordó que alguien la había atacado y no había visto su rostro.  Volvió a tirar con fuerza hacia atrás y esta vez cogió desprevenido a su captor, consiguió soltarse, pero perdió el equilibrio debido a las escasas fuerzas que tenía.  Sintió un brazo cerrarse alrededor de su cintura antes de que tuviera tiempo de tocar el suelo.  Se vio rodeada por unos brazos que la apretaban contra un cuerpo que parecía hecho de metal, fuerte y frío.  Gritó intentando alertar a alguien para que la ayudara, pero las gruesas paredes de piedra devoraban su voz.  
No podía ver el rostro del ser que la retenía, la oscuridad sólo revelaba su silueta.  
Razvan cogió en brazos a la joven que no dejaba de gritar y golpearle a pesar de lo débil que parecía estar, y la depositó sobre el lecho.
- ¡ Ya basta! ¡ No voy a hacerte daño! 
La soltó y se acercó a una mesa en la que tenía unas velas.  Encendió una y volvió hasta la chica, pensó que tal vez al ver algo se calmaría.  - Yo no soy quien te ha atacado - le dijo esperando que ella hubiera visto a su atacante.  Ella lo miró buscando algo en su rostro.  Con lo enojado que estaba no pensaba que pudiera encontrar nada tranquilizador en su cara.  Intentó parecer menos amenazador, relajarse. 
- ¿Quien eres? - le dijo ella con un temblor en la voz. - ¿ Dónde estoy? - parecía a punto de llorar. Sintió lástima por ella. 
Buscó la mejor manera posible de explicarle que había sido atacada por un vampiro. Ella desconocía esa palabra. -¿Vampiro?- repitió extrañada. 
- Un ser que se alimenta de sangre - sintió los latidos del corazón de Ibolya acelerarse y por un instante su mente le recordó que él también era un vampiro.  No era inmune al olor de la sangre de esa chica, era tan dulce... Pero sabía controlarse, no pensaba hacerle daño. - Debes descansar, cuando despiertes te lo explicaré todo.- se acercó al lecho y la miró fijamente, intentando encontrar su mente. Ella retrocedió un poco, pero su mente ya era suya, gracias a sus poderes de vampiro le era fácil controlar a una persona. 
Ibolya se sintió muy cansada de repente, los ojos se le cerraban... Se dejó caer en el lecho.  Vio a aquel chico acercarse a ella y taparla con unas pieles, pero le dio igual, estaba demasiado cansada, necesitaba descansar.

domingo, 14 de mayo de 2017

Ibolya. Cap.5

Ibolya se acercó a la ventana de su habitación y la cerró.  Temía que los lobos pudieran saltar y entrar mientras ella dormía. Se acercó a su cama, apartó las espesas pieles que la cubrían y se metió dentro, acurrucada como una niña.  No podía evitar seguir teniendo miedo.  Poco a poco, el calor de la estancia la relajó.  Tardó en quedarse dormida.  El sueño la envolvió finalmente.  La trasportó a las profundidades del bosque, aquel bosque que le provocaba pesadillas noche tras noche.  El corazón se encogió en su pecho al sentirse prisionera de nuevo de sus temores.  De nuevo estaba en el mismo lugar en el que aparecían los lobos, podía sentir el frío de la noche herizando su fina piel.  Escuchaba sus aullidos acercarse a ella otra vez.  Pero ahora algo malo pasaba.  Sentía que no podía moverse, le era imposible.  Era como si unas manos la sujetaran impidiendo que pudiera ponerse en pie.   Veía el cielo nocturno sobre ella y escuchaba a los lobos, pero su cuerpo no reaccionaba a sus órdenes.  Intentó gritar, pero ninguna voz salía de su boca, era como si tampoco sus pulmones dejaran salir sonido alguno, ninguna parte de su cuerpo le obedecía.  Estaba aterrada.  Y entonces escuchó algo más.  Una risa diabólica muy cerca de ella.  Era como si se riese  de ella, de su infortunio.  Quería llorar, el pánico se adueñaba de ella.  Su corazón latía desbocado.  Intentó moverse con todas sus fuerzas, salir de aquel inmovilismo que parecía mantenerla presa.  Pero no podía... Intentó despertar, salir de aquella horrible pesadilla.  Sabía que estaba soñando y quería despertarse antes de que los lobos la despedazaran.  Intentó de nuevo gritar, pero era en vano, su cuerpo no reaccionaba a ninguna orden que ella pudiera darle.  Escuchaba ya las ramas de los arbustos quebrarse al paso de los lobos.  Estaban ya casi a su lado.  En un instante se lanzarían sobre ella y todo acabaría.  El terror se adueñó completamente de ella hasta el punto que creyó  que su corazón no aguantaría.  Y entonces sintió el primer mordisco.  Un dolor agudo cruzó su antebrazo y entonces la voz reapareció.  Chilló con todas sus fuerzas pensando que moriría en unos instantes y todo acabaría.  Abrió los ojos y comprendió que había despertado.  La oscuridad de su habitación la rodeaba.  Pero no era lo único que había allí.  El dolor en el brazo seguía ahí y, al bajar la mirada para comprender qué pasaba, vislumbró una sombra sentada sobre su cama y aferrada a su brazo.  Intentó liberarse del ser que la sujetaba mientras seguía mordiendo su antebrazo. Abrió la boca para gritar, ahora ya fuera de sus sueños, pero su captor se lo impidió con un rápido movimiento, tapandole la boca con su mano.  Se revolvió intentando escapar pero era inutil, el ser que la sujetaba era increiblemente fuerte.  La mantenía apretada contra él mientras bebía la sangre de la herida que le había hecho en el brazo.  Ibolya siguió luchando hasta que sintió que las fuerzas la abandonaban.  Se sentía  débil, tan débil...  Y entonces su captor se apartó de ella.  La dejó caer sobre la cama y desapareció rapidamente.  Ni siquiera podía moverse, estaba demasiado cansada.  

Razvan entró en la habitación de la joven y la encontró caída sobre la cama.  Se maldijo por haber llegado tan tarde.  Estaba furioso.  El vampiro Farkas la había atacado ignorando la conversación que habían tenido días atrás.  Sabía que él estaba interesado en ella,  seguro que por eso la había atacado.  Se acercó a ella.  Tenía una herida abierta en el brazo, pero por suerte aun respiraba.  El vampiro no había robado tanta sangre de la joven como para causarle la muerte.   Razvan mordió su propia muñeca y dejó caer unas gotas de sangre sobre la herida para que cerrara.  Gracias a sus poderes de vampiro podía cicatrizar casi cualquier daño.  En unos segundos vio como dejaba de sangrar.  La miró.  Estaba semiinconsciente.  No sabía qué hacer.  Si la dejaba ahí, podían volver a atacarla y matarla.  Y llevarla con él tampoco era muy buena idea.  Debía hacerse cargo de Farkas.  Había ignorado que él era el "dueño" de aquellas tierras y le había retado abiertamente.  Maldijo en voz alta.  No deseaba enfrentarse a un enemigo tan poderoso, pero no tenía elección.  Envolvió a la chica en una de las pieles y la cogió en brazos.  Salió al exterior manteniendose alerta, no quería caer en una emboscada.  Atravesó el bosque lo más rápido que su condición de vampiro le permitía y pronto consiguió llegar a su torreón.  Allí se sentía más seguro.  Ahora sólo tenía que pensar qué iba a hacer con la muchacha.

sábado, 15 de octubre de 2016

El espectro

Vagando entre las sombras de la noche apareció un ser.  Un espectro insustancial.  Sus ropas eran harapos oscuros.  Su rostro permanecía oculto bajo una negra capucha.  Su cuerpo apenas rozaba el suelo, flotaba sobre él.  Avanzaba sin rumbo aparente, volviendo la cabeza a uno y otro lado, como si escuchara.  Dos gatos, rebuscando en la basura bufaron y corrieron a esconderse al verlo acercarse.  
Continuó su deambular por las desiertas calles del pueblo.  A aquellas horas de la madrugada nadie andaba por ahí.  De todas formas, nadie podría verle, los animales podían sentirle, pero nada más.  Llegó a su destino.  Se detuvo bajo el umbral de una puerta de madera antigua y carcomida.  la vivienda tenía dos ventanas arriba y tras mirarlas, se separó del suelo subiendo hasta una de ellas.  La encontró abierta, aunque no lo necesitaba, en realidad era simplemente por antiguas costumbres que seguía usando las puertas y ventanas, podía atravesar con facilidad los anchos muros de una casa.
Entró en la estancia.  Era una habitación muy simple.  Un armario, una silla con un escritorio, una mesita y una cama en la que yacía un anciano.  Se acercó hasta él.  El viejo hombre tenía los ojos cerrados con fuerza y  le costaba respirar, estaba en el final de su vida.  Abrió los ojos mirando al espectro que se hallaba de pie junto a su cama.  
- ¡Eres tu! - pronunció con una voz ronca.  El ser oscuro dejó caer su capucha mostrando un rostro también viejo y castigado.  Reconoció a su antiguo maestro en las artes oscuras.
Resultado de imagen de espectro oscuro
- He venido a cobrar tu deuda. - le contestó.  El hombre de la cama asintió.  Hacía ya muchos años, siendo un joven aprendiz de brujería, decidió alejarse de sus maestros en magia blanca y buscar otra ruta.  Conoció entonces al hombre que tenía ante él, un brujo oscuro que había vendido su alma al demonio y decidió seguir sus pasos.  Fue uno de los brujos más poderosos durante buena parte de su vida, pero sabía que aquello tenía un precio y que algún día sería cobrado.  Su maestro, ya fallecido hacía muchos años, venía ahora a llevárselo consigo.
- Es la hora. - le dijo tendiéndole la mano.  El viejo dudó un segundo antes de aceptarla.  Pero sabía que no podía huir de aquello.  La tomó y al hacerlo, un fuego pareció surgir de su interior y sintió que se quemaba.  Aquello dolía como nada que hubiera sentido jamás.  Gritó aferrándose a aquel ser como único apoyo, pero el dolor no cesaba.  Poco a poco, el cuerpo del anciano se fue desvaneciendo consumido por las llamas.  Finalmente solo  quedó la cama vacía cuando la magia del fuego se esfumó.  El espectro se volvió y buscó a su alrededor.  Allí estaba.  Otro espectro apareció de la nada a su lado.  Su aprendiz estaba de nuevo junto a él.  Sin decir palabra salió por la ventana seguido por el nuevo espectro.  Su amo los llamaba y no podían negarse a obedecer.